La realidad de los centros de reclusión del país sigue marcada por la violencia y la sangre. Aunque las cifras hablan de una pequeña reducción de los homicidios en las cárceles venezolanas, desde 2011 (cuando se creó el ministerio de servicio Penitenciario), esto no es más que un espejismo.
El informe de 2015 del Observatorio Venezolano de Prisiones, además de registrar la persistencia de las distintas manifestaciones de la tragedia carcelaria (huelgas de hambre y de sangre, bocas cosidas, motines, fugas y enfrentamientos), presenta un hallazgo:
La crisis carcelaria se trasladó a los calabozos de las comisarías policiales. Es allí donde ahora mueren los privados de libertad.
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