Febrero de 2017 a las 2:03 p.m.
Una bala de FAL mató al esposo de Iris Medina. Los restos de José Liscano nadie sabe dónde están. Al hijo de Hilda Páez lo asesinó la Policía Metropolitana en Petare
Tres mujeres que han luchado durante años para que se haga justicia. Tres mujeres que perdieron a sus seres queridos durante el Caracazo en manos de los organismos de seguridad del Estado. Tres mujeres que, durante 28 años, han luchado para que se haga justicia y se conozca la verdad. Son Iris Medina a quien le mataron a su joven esposo; Aura Liscano, a quien todavía no le entregan los restos de su hermano; e Hilda Páez, a quien le asesinaron a su hijo de 17 años de edad.
Las tres coinciden en una idea: “Han pasado 28 años en una total impunidad y la única sentencia que tenemos es la de la Corte Interamericana. Aquí en Venezuela todavía estamos esperando que se abra juicio. Siempre vamos al tribunal, queremos la verdad y justicia. Ni siquiera nos han facilitado nuestros expedientes para saber qué hay allí. Supuestamente hay 80 piezas sobre el Caracazo, y la jueza la última vez que fuimos nos dijo que no éramos parte, y que no nos podían dar copia de los expedientes. Nosotras somos las víctimas; ellos están en el deber de darnos esa información para que los responsables paguen”.
Pese a ello, no dejan de luchar. “Ojalá algún día se haga justicia con las víctimas del Caracazo. Ellos creyeron que solamente con las indemnizaciones nosotras nos íbamos a quedar tranquilas. ¿Y el dolor de nosotras? ¿Quién nos devuelve a nuestros familiares? Solamente queremos la verdad y que paguen los responsables”.
Iris Medina: Incompresible la muerte de mi esposo
Iris Medina perdió a su esposo en los sucesos del 27 de febrero, Wolfgang Quintana tenía 20 años y trabajaba en una librería en la avenida San Martín. Dejó a una niña de 1 años y tres meses. Ahora esa niña, Dimar, tiene 28 años.
“Para nosotros fue una situación incomprensible. No entendíamos lo que pasaba en el país. El 27 de febrero tenía una cita pediátrica con la niña y de regreso observé que la gente estaba alterada y haciendo cola para comprar los productos acaparados: el azúcar, el aceite, el café y la leche. Llegué a la casa y vi todo el saqueo. Preocupada, llamé a mi esposo al trabajo, y me dijo que estaba bien en la librería; que nos quedáramos tranquilas. Me dijo que se iba a quedar en casa de su jefe porque la calle estaba violenta. Llegó como a las 5 de la mañana a la casa. No fue a trabajar al día siguiente por los sucesos del 27 de febrero, y además había toque de queda”, relata Medina a Contrapunto.
“Yo tenía 19 años, primera vez que vivía algo así. El 2 de marzo fuimos a Quinta Crespo para comprar comida, porque no teníamos mucho. Hicimos colas. Había muchos militares en la calle. Nos regresamos a las 4:30 pm para estar en casa antes del toque de queda. Me puse a lavar unos pañales de la niña y mi esposo se quedó acompañándome hasta que yo terminara. En mi casa hay un ventanal muy grande que da hacia Capuchinos. Mi esposo estaba ahí asomado. Yo le pregunté la hora y me dijo que ya iban a ser la seis. Nos quedamos conversando cerca de la ventana. Cuando yo me retiro, escucho un disparo y veo que le dio en el pecho y le salió por el costado. Se incrustó en la pared. Era una bala del FAL. Él logró poner a la bebé en el coche y se dirigió hacia la parte baja de la casa. No terminó de bajar las escaleras y cayó. Eran las 6:20 de la tarde, 2 de marzo”, rememora.
Luego de 28 años, Iris Medina afirma que no se ha hecho justicia: “Todavía no hay ningún responsable por la muerte de mi esposo”. La familia de Wolfgang Quintana no entiende por qué sucedió, “porque para esa fecha supuestamente la situación estaba controlada, y menos que mataran a mi marido en nuestra casa, un lugar donde supuestamente estábamos seguros y protegidos”.
Aura Liscano: no hemos podido darle sepultura a mi hermano
A Aura Liscano le mataron a su hermano de 21 años en la Cota 905. José Miguel Liscano trabajaba como archivista en Bello Monte. Había prestado el servicio militar apenas seis meses antes.
“El día 28 de febrero, cuando desapareció, él bajo de la casa como a las 5:30 pm a jugar básquet. Nosotros vivimos en el sector de Villa Zoila, en la parte alta. Dijo que iba a lanzar unos balones en vista de que la zona estaba tranquila porque es un lugar resguardado por militares. Solamente había una tanqueta. Lo triste es que dejó sus documentos encima de la mesa del comedor. Ese día estaba estrenando unas botas, el short y una franela”, refiere.
José Miguel Liscano terminó de lanzar los balones y se fue a jugar dominó a una casa ubicada cerca de esa cancha. “Ya como a las 7 de la noche nos comenzamos a preocupar, porque no había llegado. Le dije a mi mamá que se quedara tranquila porque él sabía que tenía en casa los documentos de identidad, y que a las 6 comenzaba el toque de queda. Se hicieron las 9 de la noche. Mi mama insistió en que la acompañáramos a bajar a buscarlo. Bajamos, pero los militares no nos dejaron pasar. Nos dijeron que teníamos que esperar hasta las 6 de la mañana para buscarlo entre los vecinos o en donde lo tuvieran detenido, si podía estarlo”, expone.
La familia de Aura Liscano pasó la noche en vela a la espera del amanecer: “En mi casa estaban mis primos, y en la mañana nos pusimos de acuerdo para ir de dos en dos y buscarlo en diferentes partes: destacamento, policía, Guardia Nacional o vecinos. Duramos 23 días en esto. En vista de que no lo localizamos, puse la denuncia como persona desaparecida. Hasta el sol de hoy no hemos podido encontrar sus restos”.
Fue por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, comenta, “que nos enteramos de que estaba muerto y enterrado desde el mismo día que se desapareció. Yo duraba días esperando en la puerta de la PTJ con mi hija -que tenía 13 años- esperando información sobre mi hermano. Luego supe del Comité de Familiares Desaparecidos, y cuando llegué me atendieron Liliana Ortega y Enrique Ochoa Antich, dirigente del MAS. Nos apoyaron mucho”.
Aura Liscano se enteró de que su hermano estaba muerto 15 años después de la desaparición. “Cuando agotamos las instancia internas decidimos, como Cofavic, ir a las instancias internacionales. Una vez que lo hicimos, la Corte Interamericana le pidió información al Estado venezolano sobre el 27 de febrero. En una comunicación que entró por fax me enteré de que mi hermano estaba, textualmente, muerto y enterrado desde el día que desapareció. Ni la Fiscalía ni la PTJ nos facilitaron nunca información sobre qué le había ocurrido a mi hermano. 28 años después de su desaparición no le hemos dado sepultura. Nosotros tenemos fe y esperanza de que en algún momento pueda salir a la luz la verdad y nos digan que pasó”, recalca.
Hilda Páez: No ha habido justicia
Hilda Páez perdió a su hijo de 17 años a manos de la policía. Richard Páez estudiaba cuarto año de bachillerato en el Liceo Gustavo Herrera. Vivía en Maca, Petare. El muchacho salió a visitar a su tía y encontró la muerte.
“El 3 de marzo, aproximadamente a la 1:30 pm, yo salí porque todo estaba supuestamente controlado. Fui a Petare a buscar alimentos. Pero todo estaba en el piso producto de los saqueos, y los cuerpos policiales y militares seguían en las calles. Regresé a mi casa en Maca. Pregunté a su hermano por Richard y me dijo que había salido para casa de su tía. Al poco tiempo de estar en casa sentí unos disparos; llegó mi cuñada y me dijo que a Richard se lo iban a llevar preso”, reconstruye.
Páez explica que salió desesperada de su casa: “Bajé y me encontré con unos funcionarios de la Policía Metropolitana y me preguntaron si era la madre de Richard; les contesté que sí. Y me informaron que mi hijo se cayó de una platabanda y se degolló. Traté de pasar al lugar donde estaba y me negaron la entrada. Corrí hacia la calle, todo el mundo alarmado”.
El cuerpo de Richard estaba en la casa de una señora que lo crió desde niño. “No pude pasar. Luego pasó una camioneta Pick-Up recogiéndolo para llevarlo al Hospital Pérez de León. Mi esposo fue con otros vecinos y allí le dijeron que retirara el cuerpo en la morgue”, agrega.
Las investigaciones indican que le dieron un tiro, que le dispararon desde la calle: “Él estaba en el patio de la vecina. Ella escuchó también los disparos. Entraron los policías a su casa y le dijeron que afuera había un muchacho muerto; mientras tanto, apoyaron su ametralladora en un mesón de la casa, como para intimidarla”.
Los policías conminaron a la vecina: “Revísalo, que no tiene disparo”. Su mamá tiene todo fresco en la memoria, como una fotografía: “La bala que mató a Richard le entró por los glúteos y le explotó en el tórax. Lo supe por la medicatura forense y la autopsia. La trayectoria de la bala nos la explicaron en una tarjetica. Luego pusimos la denuncia, y apareció en el certificado de defunción que fue por herida de bala”.
Hilda Páez lo dice sin ambages: “No ha habido justicia todavía. Interpusimos la denuncia aquí en Venezuela y se burlaron de nosotros. Pusieron a mi hijo como un delincuente. Gracias a Dios que había convenios y pusimos la denuncia internacionalmente, en la Corte Interamericana”.
Este articulo fue tomado del portal web: http://contrapunto.com/
Enlace informativo: http://contrapunto.com/noticia/con-las-indemnizaciones-no-nos-ibamos-a-quedar-tranquilas-que-hacemos-con-el-dolor-124212/